NOAH ALBERTI
Habían pasado días desde que Kiara me dejó esa chaqueta.
Días en los que actuamos como si nada.
Como si todo estuviera bien.
Como si no estuviéramos colapsando por dentro.
Yo me refugié en el despacho.
Ella en su actitud insoportable de siempre.
Pero algo era distinto.
Ya no me buscaba.
Ya no me provocaba.
Y eso, me estaba dando espacio para pensar.
Hoy no había salido de su habitación.
No se oyó su voz cantar desde la ducha.
No me gritó ningún apodo irritante desde el pasillo.
Silencio.
Un silencio que no le correspondía.
No dije nada.
Me limité a trabajar, fingiendo que no me afectaba.
Hasta que escuché el crujido de la madera.
Me levanté del escritorio sin hacer ruido y salí al pasillo.
Vi su silueta tambaleante avanzando hacia la cocina.
Llevaba un suéter gigante, su cabello suelto y revuelto.
Sus pasos eran lentos.
Su espalda, encorvada.
Me quedé en la sombra, observando cómo abría un cajón buscando algo para cocinar.
Vi cómo se aferraba al mesón con una mano y con l