MATTEO RUSSO
El teléfono sonó justo cuando estaba cerrando la laptop.
—¿Todo salió bien? —pregunté antes de que el idiota del otro lado pudiera respirar.
Silencio.
—Contéstame, Danniel. ¿Esteban está bien?
—Sí, jefe… pero el plan… el plan se fue a la MlERDA.
—¿Cómo que se fue a la MlERDA?
—Uno de los nuestros está muerto.
Sentí el silencio helarme la nuca.
—¿Qué dijiste?
—¡Está muerto! la chica que íbamos a secuestrar le voló la cabeza de un disparo. Ni siquiera dudó. Sacó un arma de su mochila y lo mató de un solo tiro. Los otros dos escapamos por orden de Esteban, pero… no sabíamos que la mujer sabía disparar. ¡Y menos así!
Me quedé congelado.
¿Anny? ¿La dulce, frágil, educada Anny De Filippi? ¿Matando a sangre fría?
Colgué sin decir más.
Esteban entró como un huracán al departamento minutos después. Tenía los ojos abiertos como platos, la cara blanca como un papel y la respiración entrecortada. Se dejó caer en el sofá sin decir palabra.
—¿QUE MlERDA HICISTE? —le dije con la mandíbu