SILVANO DE SANTIS
La espera era insoportable.
Estaba de pie junto al auto negro, estacionado justo frente a la salida principal de la universidad. Tenía las mangas de la camisa remangadas hasta los antebrazos y un ramo de rosas rojas en la mano. El sol de media tarde comenzaba a bajar, pero el calor que me recorría no era por el clima… era por los celos.
Esteban.
Ese nombre me hervía la sangre más que cualquier enemigo.
Había escuchado de él. Demasiado.
Demasiadas veces. Demasiadas sonrisas. Demasiadas miradas a Anny. Aun recuerdo cuando le puso su chaqueta de manera protectora a Anny esa noche en el cine.
La puerta del edificio se abrió.
Y ahí estaban.
Ella… y él.
Esteban caminaba junto a mi Anny, con esa sonrisa de idiota convencido de que tenía una oportunidad. La miraba embobado, como si no notara que cada paso que daba ella la llevaba hacia mí, su luz pertenecía a otro. A mí.
Anny reía por algo que él dijo, y mi mandíbula se tensó. Pero entonces, sus ojos me encontraron.
Y se ilu