LUCIEN MORETTI
El olor a hospital me revolvía el estómago.
Odiaba los pasillos blancos. Las luces frías.
La forma en que el silencio aquí siempre parece presagiar malas noticias.
Entramos todos juntos a la habitación.
Mi madre estaba recostada en la camilla, con esa sonrisa suya que lo abarca todo, aunque sus ojos estuvieran cansados. El pañuelo en la cabeza no ocultaba su belleza. Ni su fuerza.
—Ahí está mi guapo hijo —dijo al verme, abriendo los brazos.
Caminé hacia ella. No pensé, no respiré… Solo la abracé.
Fuerte. Como si pudiera sostenerla más allá de su cuerpo.
—Mami… —susurré contra su cuello—Todo va a salir bien. Te lo juro.
—Lo sé, mi amor —me acarició el rostro con ternura—. Porque estoy rodeada de lo que más amo.
Mi padre se acercó y le tomó la mano. Su mirada estaba vidriosa, pero firme.
—Estamos aquí, Ara. Y vamos a estar aquí cuando despiertes.
Mamá asintió, acariciando su mano y la mía al mismo tiempo.
—Estoy lista —dijo con una valentía que me partió el pecho.
Los enf