SILVANO DE SANTIS
Salí con Lucien de la habitación, caminamos hacia la cafetería y pidió dos americanos. Me miraba con la ceja levantada y una sonrisa ladeada.
—Bien, Silvano. Ahora que no están las chicas, dime, ¿qué pasó en realidad? Eso del secuestro y que redujiste a los secuestradores… no te la creo.
Me derretí en la silla y boté el aire que estaba conteniendo.
—Fue Bastien.
Lucien se atragantó con el café que estaba tomando.
—¿¡QUÉ!? ¿Qué hacía mi tío acá?
—Poniéndome a prueba. El secuestro fue verdad, nos interceptaron y yo saqué mi arma, pero Bastien me disparó justo en el borde de la mano para que la soltara. Sacaron a Anny del auto y le iban a disparar. Me interpuse y el tiro me llegó en el hombro. Luego, nos durmieron...
Cuando desperté, tenía una mano esposada a una mesa metálica. Entró un hombre con máscara y traje táctico. Me dijo que iban a matar a Anny por ser tu cuñada, y luego me dijo que yo valía mucho más por ser el jefe de mi organización.
«Como comprenderás, pens