ANNELISSE DE FILIPPI
—Vamos, Clarita, es ahora o nunca —dije, arrastrándola de la mano mientras Marie caminaba delante de nosotras como si llevara una misión secreta entre ceja y ceja.
—¿Estás segura? —preguntó Clarita con esa vocecita dulce que se le escapaba cuando se ponía nerviosa.
—Amor, soy hija de Kate De Filippi. Sé de moda desde antes de saber caminar. Y Marie es una artista —le guiñé el ojo—. Vas a estar en las mejores manos.
Marie se detuvo frente a la puerta del cuarto de diseño, su santuario sagrado, donde ni siquiera Lucien podía entrar sin tocar tres veces.
—Bienvenida al templo —anunció con solemnidad y una sonrisa orgullosa.
Entramos y Clarita soltó un pequeño "wow" que me hizo sonreír. Las paredes estaban forradas de bocetos, maniquíes con vestidos de alta costura a medio hacer, telas colgando como si fueran cortinas mágicas, y una enorme tablet de diseño digital sobre un escritorio de mármol.
—Siéntate, Clarita. Inspírate. Respira moda —dijo Marie mientras encendía