CARLA MORELOS
¡Vaya día! Si me hubieran dicho que terminaría comprando con Damián Medicci, habría lanzado mi teléfono al océano. Pero no. Aquí estoy. Lucien lo había ordenado, así que no me quedaba más que aguantar.
—Vamos, Carla. —Damián caminaba detrás de mí, su sombra se alargaba mientras yo pasaba entre las estanterías, fingiendo que no me importaba que él estuviera cerca. —Sé que te mueres por mis consejos de compra. Además Silvano y Lucien dijeron que compraras todo lo necesario para mejorar el sistema y así no tengas problemas para recuperar la información.
Lo miré por encima del hombro, sintiendo cómo mi paciencia se evaporaba cada vez más.
—Ah, claro. —Solté, sin girarme. —Porque tus consejos son tan útiles como tu cerebro.
Damián no se inmutó, y eso solo me molestaba más. Sabía que se estaba divirtiendo con mi malestar.
—Mira, no te pongas así, —dijo con una voz casi demasiado tranquila—. ¿No te das cuenta de lo que estoy haciendo por ti? Yo, un hombre lleno de testosterona