MARIE MORETTI
Mi corazón latía con fuerza, me escapé de la cocina, las chicas ya no dejaban de preguntar y molestarme, vine a mi habitación, pero no me di cuenta cuanto me quedé mirando la puerta de Josh.
¿Habrá llegado? Toqué la puerta con los nudillos, pero no esperé respuesta.
No sabía ni por qué estaba ahí.
Bueno, sí lo sabía. Pero prefería mentirme un poco más. Necesitaba aclarar estas dudas que me estaban carcomiendo.
Empujé con cuidado y entré a la habitación de Josh. Miré a mi alrededor: cama impecable, escritorio ordenado, pesas a un lado. Lo único que no coincidía era… él.
Salía del baño justo en ese momento, con una toalla blanca colgándole del cuello, los mechones oscuros húmedos y revueltos cayéndole sobre la frente. Llevaba puesto solo un short gris que parecía colgarle flojo de la cintura, y una expresión entre sorprendida e incómoda cuando me vio. Mis ojos no pudieron dejar de recorrer su torzo trabajado, tragué saliva y su voz me sacó de mis pensamientos lujuriosos.
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