Alexandra levantó una ceja, intentando mantener la compostura:
—¿Distraído cómo? —preguntó, tratando de sonar inocente, aunque su corazón empezaba a latir más rápido.
—Ya lo descubrirás —respondió Gabriel con una sonrisa ladeada, dejando el comentario en el aire mientras continuaban el recorrido—. Por ahora, concéntrate en los animales, princesita.
Pasaron por la jaula de la gorila, donde un cuidador les ofrecía frutas y la gorila tomaba las piezas con delicadeza sorprendente. Alexandra se agachó un poco para no asustarla, mientras Gabriel la observaba, claramente disfrutando cada pequeño gesto de fascinación y ternura de su esposa.
—Mira, aquí es donde enseñamos a los animales más jóvenes —explicó Gabriel, señalando una sección con leones y monos—. La clave está en la paciencia y la constancia. Si intentas imponer tu voluntad, nada funciona.
Alexandra sonrió, pensando en cómo algunas lecciones del circo podrían aplicarse a su relación con Gabriel. Mientras lo escuchaba, su mente no p