Se metió en el baño y dejó que el agua caliente recorriera su cuerpo, intentando calmar los nervios que la recorrían. Mientras el vapor llenaba la habitación, Alexandra no podía dejar de pensar en lo que había sucedido anoche y unos minutos antes. Cada roce, cada mirada, cada palabra de Gabriel estaba grabada en su mente como un fuego que no podía apagar.
¿Qué estoy haciendo? —pensó, mientras cerraba los ojos y dejaba que el agua cayera sobre su rostro—. Él no es cualquier hombre… y yo… yo sigo siendo virgen. ¿Cómo voy a enfrentar esto si las cosas siguen así?
Su pecho se oprimió con la mezcla de deseo y miedo. Sabía que tarde o temprano, si la tensión entre ellos continuaba, terminarían teniendo relaciones. Y esa idea la excitaba y la aterrorizaba al mismo tiempo.
—Tranquila, Lexa… solo respira —susurró para sí misma, apoyando las manos contra la pared del baño—. No tienes que decidir nada ahora.
Pero al instante recordaba la forma en que Gabriel la miraba, la intensidad de su deseo