Capítulo 4
La identidad falsa de la humana
Erick no forzó a Maya a aceptar de inmediato, ella se quedó en silencio, mientras él se levantó y fue hacia la ventana, la herida en su costado, aunque cerrada a la fuerza por magia rudimentaria, le seguía doliendo.
Habían pasado apenas unos días desde que conquistaron a la tribu rebelde de hombres lobo del sur de Selmorra. No fue una guerra, sino una liberación, Erick había matado al alfa corrupto con sus propias manos y ofrecido a los suyos una opción: libertad, o sangre. Eligieron unirse a su clan, ahora eran parte de su manada, una extensión de su voluntad… aunque aún no del todo leales.
Su ejército, sin embargo, no había tenido descanso, las bajas eran muchas, los recursos escasos, a duras penas comenzaban a recuperarse de la última batalla cuandotuvo una sorpresa de quien menos imaginó…
Los Nocthollow.
Antiguos aliados, su traición fue un puñal en la espalda, uno que no vio venir hasta que ya era demasiado tarde, llegaron a su campamento, descendieron como sombras y atacaron , sin aviso y sin piedad.
Erick se lanzó al frente con una espada en mano, ignorando el dolor, ahogando el miedo, pero lo sabía:
Su ejército estaba quebrado, malherido, y él también, en su mente, solo una cosa importaba:
Resistir.
Resistir hasta que pudiera volver a levantarse… o arrastrarse, si era necesario.
Porque aunque todo parecía perdido, Erick no es un hombre que se rendía con facilidad. Fue entonces cuando un recuerdo, vívido como un relámpago en la oscuridad, emergió de las profundidades de su memoria:
—“Erick…”, dijo su madre aquella noche, cuando aún era un niño y la guerra solo existía en las historias que le contaban antes de dormir.
Estaban sentados junto al fuego en la vieja sala del salón principal de los Selmorra. Su padre, con el rostro marcado por batallas que Erick aún no entendía, lo observaba con una intensidad tranquila, lo admiraba, admiraba que nadie se atrevía atacar a su manada.
—“Tienes un don, hijo”, añadió su padre. —“Uno que pocos han heredado, pero que corre fuerte por tu sangre, es la magia del legado Selmorra…
Sanación…
Poder…
Resistencia…
Pero no es tan fácil utilizarla.
—“¿Qué necesito para usarla?”, había preguntado él, con la inocencia de un niño.
Su madre le acarició el cabello, antes de ser ella quien respondiera
—“La sangre, Erick. La sangre de los Larsen. Los híbridos, ellos son la clave. Nuestra magia y la suya están entrelazadas desde hace generaciones, es un pacto sagrado. Su linaje sostiene el nuestro, y el nuestro los protege.”
Su padre asintió.
—“Mientras exista al menos un descendiente Larsen dispuesto a ofrecer su sangre, los Selmorra nunca caerán por completo.”
—“¿Y si ya no quieren darla?”, había preguntado, confundido.
—“Entonces, tendrás que ganártela, no por fuerza, sino por vínculo, por confianza. Como lo hicimos nosotros, pero no te preocupes por eso, ellos son aliados nuestros hijo.”
Erick se quedó viendo al vacío un instante,
“Los Larsen… aún debe quedar alguno.” La esperanza se filtró por la grieta de su desesperación, la solución a su dolor, a su debilidad, a la derrota inminente, dependía de encontrar a uno de ellos al menos, debía encontrar a los portadores de la sangre que podría salvar a toda su manada, de nuevo se repitió que al menos debía encontrar a uno de ellos.
Y si aún existía una pizca del antiguo pacto entre las familias, entonces tal vez… solo tal vez, aún quedaba esperanza de recuperarlo todo y desarrollar sus propios poderes, mientras él y uno de sus soldados más leales intentaban salir del territorio de los Lunareth, la vio, a la humana ahora recostada y herida por pura casualidad, huyendo entre los árboles como una sombra temblorosa. Lo que captó su atención no fue su andar torpe ni su ropa desgarrada por los espinos, sino sus facciones.Cabello dorado como el trigo de verano. Ojos verdes intensos, como musgo mojado bajo la lluvia. Una piel pálida, casi translúcida, salpicada de pecas como si el sol la hubiera besado suavemente en su infancia.
Todo en ella gritaba Larsen, como si hubiera salido de los retratos que colgaban en el salón de los Selmorra, de los recuerdos distorsionados por el tiempo.
Y sin embargo… su olor no coincidía. No había en ella ni rastro del aroma particular que delataba a los híbridos, solo olía a humana.
Débil...
Vulnerable...
Inútil…
Pero entonces, una idea había cruzado su mente como una chispa en la oscuridad:
¿Y si se hiciera pasar por una Larsen?¿Y si el enemigo, al oír que la línea de sangre Larsen aún vivía y estaba bajo mi protección, se detendrán, aunque fuera por miedo?... Por eso la salvó, no por bondad, no por compasión, sino porque la necesita.Erick no sabía por qué se quedó allí tanto tiempo observándola, tal vez por el parecido de esta joven a los Larsen en esos cuadros.Creyó que por lo mismo aquella sensación que sintió cuando la cargo fue como si ya la hubiera visto antes.
En persona.
¿Podía ser…?¿Y si ya conocí antes…?Se obligó a apartar la mirada, cerrando sus puños con fuerza.
“No seas estúpido. Es solo una humana, nunca siqueira te cruzaste con una humana..”