Capítulo 20
Las disculpas de un Alfa
—¿Qué estás haciendo aquí? —su voz fue un látigo, dura y seca—. ¿Estabas escuchando?
Tragué saliva, avergonzada.
—No… yo solo salí a dejar la bandeja. Escuché tu voz y… —titubeé—. No fue mi intención, lo juro. Solo fue una coincidencia, sus ojos se entrecerraron, caminó hacia mí con pasos lentos pero firmes, hasta quedar a un metro de distancia, me sentí pequeña bajo su mirada.
—No deberías rondar por los pasillos a estas horas —murmuró con el ceño fruncido—. Mucho menos frente a habitaciones