Existe una delgada línea entre el final de la mafia y el inicio de ella. Ahora que roma les pertenece, la sombra de nuevos enemigos acorrala sin medir consecuencia. El mundo que han heredado y que ahora gobiernan desde la cúspide, los arrojarán a nuevos desafíos que pondrán a prueba la veracidad de su amor. ¿Quién ganara esta vez la batalla...el corazón o los monstruos que aún existen bajo la cama? Una boda. Un bebé. Una adicción... Y una nueva lucha por el poder. —No —sollocé—, no tienes que hundirte conmigo. No te arrastres a esto, por favor. —Deja que sea yo quien tome mis propias decisiones. —susurro agotado. —Tus decisiones harán que te hundas conmigo. No lo permitiré. Querido lector: Recuerda leer antes La tentacion del mafioso antes de llegar aqui. Esta es la continuacion de un primer y apasionado libro de mafia.
Leer másMe habían llamado desde el Royal London Hospital para darme la noticia más amarga que podría recibir en toda mi vida: mi hermana menor, Valentina, estaba muerta y necesitaban que fuera a identificar su cadáver.
Me había quedado petrificado al oír aquellas palabras tan frías y crueles que hasta pensé se trataba de una enfermiza broma. Sin embargo, me colgaron en la cara con la frase rotunda de que esperarían por mí esa misma noche.
Con el cuerpo frío y temblando por el terror de que no se tratara de una simple confusión, cogí una muda de ropa deportiva para reemplazar el pantalón de chándal con el que dormía siempre.
Mis manos se aferraron con violencia al volante del coche, mientras conducía en dirección a la morgue del hospital.
«¡MALDICIÓN!»
Grité con furia golpeando el mando por aquella impotencia que estaba embargando todo en mi ser. Mi pequeña hermana estaba bajo mi tutela y jamás me perdonaría que aquella terrible noticia fuera verdad, más aun cuando se había marchado de mi piso furiosa, por aquella gran discusión de la que fuimos participes, al señalarle que aquel hombre que tenía por novio no era el más adecuado para ella.
No pensé que aquellas amargas palabras que le había proferido, fueran las últimas que cruzaría con ella. No. Me negaba a que fuera de ese modo.
Aparqué sin importar el cartel de PROHIBIDO ESTACIONAR que había justo delante y salí apresurado del automóvil, entrando con más prisa aun al área de urgencias del hospital.
No sabía cómo preguntar o qué decir; sentía como una enorme bola de hielo se había atorado en mi garganta y me impedía hablar.
—¿Señor? —insistió la enfermera de recepción cuando me quedé de pie, mirándola por un largo rato con mis palmas sosteniendo mi cuerpo sobre la mesada—. ¿Puedo ayudarlo en algo?
Respiré hondo y afirmé.
—He venido a identificar un cuerpo —repliqué con la voz temblorosa mientras sentía que todo mi cuerpo sudaba.
—Siga por el pasillo y gire a la izquierda; verá el letrero que el indica la morgue. Anúnciese allí —dijo con naturalidad y asentí, siguiendo por donde me había indicado.
El tramo que seguí para llegar a la morgue, pareció infinito y como si fuera poco, disminuí la velocidad de mis pasos por miedo a encontrarme con algo que no deseaba cuando llegara allí. Sin embargo, dilatarlo no haría que cambiase lo que ocurrió. Solo me restaba rogarle a Dios porque se hubieran equivocado.
La doble puerta bajo el letrero luminoso se abrió y de allí salió una muchacha pelirroja, hecha un manojo de lágrimas. Me detuve en seco y la miré marcharse, mientras le era imposible contener el llanto.
«¿Me pasaría lo mismo a mí?», no pude evitar preguntarme en un susurro al tiempo que presionaba mis puños y hacía acopio de toda mi fuerza de voluntad para ingresar al sitio.
El fuerte olor a formol inundó de inmediato mis fosas nasales y parpadeé varias veces.
—¿ A quién ha venido a identificar? —un hombre mayor, vestido con una muda de ropa color verde, preguntó sin rodeos.
—Valentina Greco…
—Sígame, por favor —pidió impasible mientras caminaba y yo lo seguía.
Se dirigió a una camilla que portaba una bolsa negra por encima. Abrió la cremallera y no pude continuar caminando. Mi corazón me decía que era ella.
—Señor —el hombre enarcó una ceja y suspiró—. Sé que es complicado, pero créame que hay cientos de cadáveres que ni siquiera han sido reclamados por un familiar para recibir cristiana sepultura. Será mejor que verifique si se trata o no de Valentina Greco lo más pronto posible. Si es una equivocación, ganará tiempo para buscarla en otro sitio.
Caminé con pasos torpes y coloqué mi rostro por encima de la bolsa, donde se había corrido la cremallera para poder ver lo que había en su interior.
Cuando mis ojos se toparon con aquella cara de niña, que tenía los ojos cerrados y la boca azulada, mi pechó reventó por el dolor y algo en lo profundo de mi ser se había ensombrecido. Extendí mi temblorosa mano y rocé mis dedos sobre su mejilla helada.
Era ella. Era mi pequeña Valentina quien yacía inerte en aquella bolsa como si fuera basura.
La contemplé por varios minutos, estudiando los moretones que rodeaban su delicado cuello y el corte en la frente. Cerré mis ojos y me culpé internamente por lo que le había pasado. No debía haberle dado tanta libertad. No debí haberla consentido demasiado, al punto que se revelara en mi contra por un hombre mucho mayor que seguramente solo buscaba divertirse a su costa. Debí haberla enviado a Italia cuando me di por enterado de ese estúpido romance que siempre había augurado una desgracia para Valentina.
¡Era una niña, por todos los cielos!
Tenía apenas veintidós años y le faltaba mucho por vivir. Sin embargo, su luz se había apagado abruptamente.
¿Cómo regresaría a casa junto a mi padre, llevándole el cuerpo sin vida de su tesoro?
Cuando él me la había confiado y hecho prometer que la protegería con mi vida si fuera preciso.
—Por su expresión, deduzco que se trata de Valentina Greco —pronunció el enfermero y asentí—. Puede quedarse pro cinco minutos más; haré el papeleo para que pueda llevarse su cuerpo.
—¿Cómo sucedió? —no pude evitar preguntar—. No me dieron demasiados detalles cuando llamaron…
—Un accidente de coche —respondió—. Ella iba en el asiento del acompañante pro lo que tengo entendido; se quebró el cuello y falleció en el instante en que el automóvil sufrió el impacto. El hombre que llevaba el mando del coche, soportó el fuerte golpe en la cabeza por unos pocos minutos y luego se confirmó su deceso.
—¿Había alguien con ella? ¿Valentina no estaba sola?
—Es así.
—¿Puedo ver al hombre que la acompañaba? —inquirí de inmediato mientras aquella burda idea se formaba en mi cabeza. El hombre dudó unos segundos—. Se lo suplico; Valentina es mi única hermana y necesito saber qué ocurrió.
—Acompáñeme —dijo al fin y lo seguí unos metros. Abrió la bolsa que contenía el otro cuerpo y pude identificarlo con el primer vistazo—. ¿Lo conoce? —asentí—. Minutos antes, estuvo aquí su hermana para reconocer el cuerpo. Se veía muy afectada, al igual que usted.
—Ya veo… —susurré, con la mente maquinando millones de cosas en ese instante—. Le agradezco su ayuda. Esperaré el papeleo para llevarme a mi hermana.
El hombre asintió y regresé hasta la camilla donde se encontraba el cuerpo de Valentina.
La observé devastado mientras mis lágrimas empañaban su rostro sin vida.
Ese hombre la había matado. Ese estúpido rufián me la había arrebatado.
Pero las cosas no se quedarían de ese modo y John O'Kelly me las pagaría; ese inservible irlandés, aunque estuviera muerto, pagaría el precio de la muerte de mi hermana y por Lucifer que se revolcaría en su tumba cuando así sucediera.
—Hermana por hermana… —musité, depositando un último beso en la frente de Valentina, para luego salir de la morgue, dispuesto a todo.
Hola, querido lector. Te agraedzco que hayas llegado al final de la historia de Isabella y Sebastian, ahora me gustaria invitarte a leer la de Emilio & Grecia en "El hijo del italiano" la encuentran en mi perfil y habrán apariciones de algunos de NUESTROS MAFIOSOS y sus chicas en algunos capitulos como personajes secundarios. ¡No pueden perdersela! Tendrán una aparición muy buena para la trama. El hijo del italiano está es una historia de romance erotica, embarazo, amor-odio entre los personajes, pasión desbordante, sin límites. Una historia que te hará desear estar dentro de ella Pueden encontrarme en mi página de face book para más detalles, adelantos e información sobre este libro; estoy como Miladys Caroline Un abrazo, mila :)
Sebastian Los chicos volaron a Viena para principios de febrero. Fue una sorpresa, Isabella no tenía si quiera idea de que volvería a tener a sus amigas y hermanos al alcance de una reconfortante caricia. Enzo trajo consigo a su chica y a sus dos pequeños hijos; la había mantenido lejos de la mafia todo este tiempo. Luigi, por su parte, batallaba con las secuelas que había desarrollado la joven rusa luego de haber permanecido secuestrada por demasiado tiempo. Su relación era lenta pero iba por buen camino. Katherina había aceptado la invitación sin ningún problema, agradecida por lo que habíamos hecho por ella y su hija. Rigo fue el primero en recibir el contacto de Isabella. Se habían mirado fijamente a los ojos y compartieron en silencio el inmenso cariño que sentía el uno por la otra. Mis padres se unieron a nosotros dos semanas después, cuando los últimos días de invierno parecían casi inexistentes. Ya pronto se asentaría una brisa primaveral y podríamos disfrutar de la hierba
SebastianLa última semana Isabella había experimentado la calma en toda la extensión de la palabra. Finalmente sabía lo que era sentirse desprovista de cualquier miedo y dolor.Una noche, cobijados en una de las hamacas de la terraza y bajo las estrellas de un cielo Austriaco, habló conmigo.Me dijo que las pesadillas habían cedido en casi su totalidad, que yo veía el cuerpo de Sandro desprenderse de su propia mano y que tampoco sentía la necesidad de recurrir a los fármacos para conciliar el sueño. También me dijo que le alegraba respirar aquella clase de normalidad en la que ninguno de nuestros enemigos tenía acceso a nuestras vidas.La trivialidad era una buena terapia y a mí me gustaba estar a su lado para percibir de cerca su proceso.Me conto que a veces, cuando se miraba al espejo y me cazaba observando su cuerpo desnudo a través del reflejo, una parte de ella se avergonzaba. Todavía no estaba lista para volver a entregarse.Me gustó su sinceridad, por eso fui incapaz de tocar
CarloHabía pasado una semana desde que todo había quedado atrás.Stella tuvo una muerte de la que su padre se sintió aborrecido y su madre decepcionada. Esta última creyó conveniente entregarme un sobre sellado que terminé de abrir cuando estuve a solas dentro del auto.« Está en Barcelona. Por favor, hazle crecer como un Ferragni » describía la carta.Sonreí, y tan enorme fue la sensación de bienestar recorriendo mi cuerpo que no pude evitar que los ojos se me empañaran.Seis jodidos años perdidos.Iba a recuperarle, seguro estaba de ello.Encendí el motor del auto y emprendí camino a la casa del lago. Antes me detuve en un pequeño mercado de flores.. . .Llegué justo al tiempo que atardecía.El cielo se había cubierto de púrpura y estrellas para las vísperas de año nuevo. Empujé la puerta y esta hizo un pequeño chasquido interrumpió el silencio. Mauro y Analía se habían llevado al pequeño Alessandro a dar un paseo, así que Gia y yo teníamos un par de horas para nosotros solos e ib
SebastianMis abuelos paternos tenían una casa de campo en Viena. La había heredado con apenas doce años, justo en el instante en el que presencié una muerte. La propiedad estaba rodeaba de hectáreas verdes, contigua a las pequeñas casas de los agricultores.Cerca de allí, también se encontraba una pista de aterrizaje privada en la que aterrizaríamos sin ningún problema.Miré a Isabella.Ella no hizo más preguntas respecto a nuestro repentino e inesperado viaje. La verdad es que yo llevaba planeándolo justamente para su cumpleaños; sin embargo, los acontecimientos de los últimos meses complicaron las cosas.Apreté su mano. Todavía seguía contrariada con lo sucedido hace un par de horas, así que esperaba que cambiar de aires aliviara un poco.—Señor, ¿están listos para el aterrizaje? —preguntó la azafata regresando de la cabina.Isabella tembló bajó mi contacto y yo besé el dorso de su mano.— ¿Estás lista, mi amor?—Lista.Cerró los ojos y sonrió.. . .BellaTodavía temblaba cuando S
GiaDasha se había quedado dormida en el regazo de su madre minutos después de que el doctor informara de que la bala no había tocado órganos en el cuerpo de Luigi que pusiesen en riesgo su pronta recuperación.La zona había sido acordonada y algunos efectivos de Vicenzo Costa hicieron las preguntas pertinentes para guardar las apariencias.A veces me asombraba el nivel de influencia que gozaba la familia. Y es que la mafia te daba acceso a cosas que incluso podrían parecer imposible desde una perspectiva ajena.Entraba la media noche cuando miré a Mauro acercarse.— ¿Por qué no descansas un poco? —me dijo—. Hay dos habitaciones disponibles en el área para disposición de la familia.Sonreí en cuanto sus ojos se posaron en nuestro hijo. Estaba en su carriola; besó su frente y le acarició la mejilla con el dorso de los dedos.—Creo que te tomaré la palabra.Y a punto estuve de hacerlo cuando una extraña sensación se arremolinó en mi vientre.—Gia, ¿estás bien?No, no lo estaba y él no t
Último capítulo