XLV Un siervo para ti
Lis se apresuró a abrir las puertas para dar la bienvenida a tan inesperada visita. Desz le ayudó en completa calma. El joven soldado bajó de su caballo y saludó a las dos personas frente a él.

—Muchacho, ¿puedes decirme dónde encontrar a la princesa Lis? —le dijo al que creyó que era un siervo.

—Si te has vuelto tan ciego nunca podrás encontrarla —respondió ella, con una sonrisa tan amplia como encantadora. No pudo contenerse y brincó a sus brazos, ante la turbada expresión de Desz y del propio Riu.

El soldado la estrechó con fuerza al reconocerla en aquellas agudas palabras, pero la apartó pronto para inspeccionarla.

—¡¿Quién te hizo eso en el cabello?!

—Yo... Me estorbaba. ¿Se ve bien?

Se le veía horroroso, todo mal cortado, pero no tuvo corazón para decírselo. Le acarició el pálido rostro y se alegró de que siguiera siendo tan suave. Le palpó los brazos, le contó los dedos y revisó cada uña. Necesitaba asegurarse de que estuviera entera.

—¡¿Y esta marca en tu cuello?!

—Me... me
NatsZ

El rey Ulster se suma como enemigo. ¿Cuál será el deseo de Lis?

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