Reino de Galaea
El caballo que galopaba al compás del viento se detuvo en el linde del bosque de las sombras, donde Lis y Azot descendieron. Hasta allí habían seguido a Eriot. Intrigados por la poción del Dumas, no perdieron oportunidad de descubrir los secretos que ocultaba.
El velo neblinoso que envolvía a los oscuros árboles agitó el corazón de Lis, era imposible no sentirse pequeña ante tan abrumadora inmensidad. Pese a su propia naturaleza salvaje, dudaba en pisar la tierra negra. En cualquier momento de ella podían emerger los guardianes para ensartarle los filosos colmillos por todas partes.
Azot también era una criatura del bosque y, en su momento, la había aterrado de un modo similar. Sin olvidar que el bosque del silencio había sido parte del de las sombras, imaginó que podría estar habituado al lugar y a sus moradores. No habían hablado sobre ello, él no hablaba mucho y, cuando lo hacía, era para hacer preguntas. Azot estaba lleno de preguntas.
Probablemente también tuviera