Mariel fue secuestrada por una organización encargada de crear asesinos a sueldo. Desde bebé fue objetivo de esta organización, pues corría la leyenda que la hija de la Reina Elora tendría un poder que la humanidad jamás había visto. Desde antes de nacer muchos querían a ese bebé, la seguridad en el castillo aumento, todos estuvieron alerta el día que la reina dio a luz, sin embargo, había un grupo delictivo muy poderoso, que ya se había infiltrado al castillo, esperando el momento adecuado para robar a la pequeña que se convertiría en el milagro. Lo que nadie esperaba es que la reina tuviera gemelas, para todos fue una sorpresa, en un inicio este grupo pensó en robar a ambos bebés, pero antes de lograr hacerlo la reina detectó el crimen que se cometía, tenía que salvar a sus hijas, peleó contra la arpía, a pesar de su condición tan delicada, al final la arpía tenía a ambos bebés pero sabía que no podría salir con ambos, así que le dio una elección a la reina, se llevaría a uno de los bebés y dejaría tranquilo al otro, si la reina se negaba a elegir entonces ambos bebés morirían en ese instante, al final la reina tuvo que tomar una decisión y se quedó con una sola de sus hijas, mientras que la arpía escapó con la otra. Durante años, la reina ha buscado a su hija que fue secuestrada, se han ofrecido recompensas, con la esperanza de recuperarla algún día, pero han pasado 16 años desde aquel día en que perdió a su hija. El príncipe se ha dedicado a la búsqueda de su hermana a petición de su padre, ahora tiene una pista que podría llevarlo hasta ella, pero esto podría ser el principio del fin para ellos.
Leer másLa historia que estás por leer no es un cuento de hadas, ni una historia de amor o momentos felices. Su origen se remonta a un reino lejano, en un país donde la magia no es solo una habilidad, sino una forma de vida. En este lugar llamado Leória, aquellos que nacen con el don de invocar magia son considerados razas superiores. El resto, los desafortunados sin esta habilidad, están condenados a la esclavitud.
La leyenda de la princesa se esparció rápidamente. Todos en la ciudad sabían que el día en que la Reina diera a luz, sería un día de guerra. Las profecías del oráculo siempre habían sido certeras, y ninguna había sido tan ambigua como la que predecía el poder de la princesa.
Nadie esperaba que la Reina Elora diera a luz a gemelas. El caos que siguió superó cualquier predicción. La noche de su nacimiento se tiñó de sangre. Aunque los soldados protegían el castillo, nadie pensó en resguardar al pueblo que vivía en sus alrededores. Toda la atención estaba puesta en la seguridad de la reina.
Han pasado dieciséis años desde aquella noche, ahora recordada como una gran derrota. Pese a todos los esfuerzos, una de las princesas fue secuestrada y nunca más se supo de ella. Cada año, en esta fecha, los Reyes ofrecen una recompensa de diez mil monedas de oro a quien aporte información veraz sobre su paradero. Y si alguien logra traerla con vida, recibirá cien mil monedas de oro, un título nobiliario, un lugar en la corte y básicamente todo lo que desee.
Hasta ahora, muchos han intentado engañar a los Reyes presentando impostoras, pero todos han sido descubiertos. Algunos fueron simplemente desterrados, pero quienes persistieron en el engaño pagaron con su vida.
Desesperado por recuperar a su hija, el Rey Alfonce encomendó personalmente a su hijo, el príncipe André, la búsqueda de su hermana. Pasaron casi cuatro años sin una sola pista confiable, pero ahora, finalmente, han dado con un indicio que parece ser auténtico.
El príncipe está convencido de que esta información es verídica. Se dirige hacia una isla remota en los mares del este, donde se rumorea que la organización Zion tiene su base.
Durante su investigación, André descubrió que Zion fue la responsable del secuestro. Sin levantar sospechas, envió a su hombre de mayor confianza: su amigo, guardia y médico, Lord Héctor Villacrés.
Uno de los hombres de la tripulación se acercó al príncipe — Señor, nos acercamos a la isla. Si continuamos con este rumbo, seremos visibles para el enemigo —
André, decidido a no perder el factor sorpresa, respondió — Nos mantendremos fuera de su vista. Hasta que Héctor nos dé la señal, mantendremos un perfil bajo —
El barco rodeó la isla para ocultarse en la parte más alejada.
Mientras tanto, Héctor llevaba meses preparándose para infiltrarse. Tuvo que crear una identidad falsa: la de un noble con parafilias difíciles de satisfacer. Esto le permitió ganar la confianza de Zion, una organización que se dedica principalmente a dos actividades: la creación de asesinos a sueldo, entrenados para eliminar reinos enteros en una sola noche, y la trata de personas, en la que cumplen los deseos más retorcidos de los nobles más poderosos del mundo.
La pista más reciente llegó meses atrás. Un hombre, que vivía en las montañas de Kerlen, se presentó ante los Reyes afirmando haber visto a una joven con habilidades mágicas cuya descripción coincidía con la de la princesa. Según su testimonio, ella le confesó que escapaba de sus captores. Todo apuntaba a que formaba parte del grupo que Zion tenía bajo su control.
Al enterarse de la conexión de la organización Zion con la desaparición de la princesa, Héctor decidió infiltrarse haciéndose pasar por uno de los nobles más excéntricos de Leória. Su primer paso fue contactar directamente con la organización y solicitar una esclava para prácticas de sexo sádico. Necesitaba una excusa convincente que le permitiera acercarse a las jóvenes cautivas, con la esperanza de identificar a la princesa entre ellas. Su plan era sencillo pero arriesgado: cuando estuviera cerca, usaría un anillo con un diamante rosa creado a partir de la sangre de la princesa. Aquella gema reaccionaba a su presencia, brillando con intensidad si se encontraba cerca de ella.
Sin embargo, Zion no permitiría que un recién llegado accediera libremente a todas las chicas. Para ganarse su confianza, Héctor debió permanecer infiltrado durante varios meses. Durante ese tiempo, se vio obligado a mantener relaciones con múltiples mujeres y a participar en torturas sexuales, actos que lo llenaban de repulsión. Pero sabía que esa era la única forma de acercarse a su objetivo sin levantar sospechas. Finalmente, logró reunir el estatus y la credibilidad suficiente como para pedir una “degustación”, una práctica infame que costaba cerca de 30 mil monedas de oro. Para Héctor, el precio no importaba si eso significaba encontrar a la princesa y salvarla.
La degustación consistía en alinear a todas las jóvenes desnudas frente a él. Podía elegir a cualquiera para tener relaciones, y dispondría de una hora con cada una de las seleccionadas. Héctor sabía que no necesitaba tocarlas con lujuria ni someterlas, bastaba con acercarse lo suficiente para que el anillo reaccionara.
Se levantó del sofá con la expresión de un hombre satisfecho, fingiendo entusiasmo. A medida que recorría lentamente la fila, notaba el dolor en los rostros de aquellas chicas, muchas de las cuales ni siquiera habían alcanzado la mayoría de edad. El asco que sentía le hervía por dentro; desde el primer día había querido destruir aquel lugar. Aun así, debía mantener su fachada.
Avanzó con paso firme, rozando suavemente a cada una. Al fin, una pequeña luz comenzó a brillar en el anillo cuando se aproximó a una joven con maquillaje cargando que pretendía ocultar las marcas de abuso. La observó con atención, buscando la marca de nacimiento que confirmaría su identidad. Al tocarla, el diamante emitió un resplandor más intenso. No había duda: era ella. Rápidamente se quitó el anillo y lo guardó en su bolsillo, ocultando su reacción.
— Ya he elegido — dijo al guardia con voz firme — Me llevaré a esta chica a la habitación privada —
Caminaron juntos hasta la sala asignada para los gustos que Héctor había fingido tener durante su infiltración. Al entrar, la joven se arrodilló frente a él, completamente sumisa, sin rastro de voluntad. Era como una marioneta: un cuerpo humano al que le habían robado el alma.
— Levántate — ordenó él, manteniendo su rol de amo hasta estar completamente seguro.
Ella obedeció sin dudar. Héctor inspeccionó cada parte de su cuerpo. Su piel era extremadamente pálida, no como la de una persona de tez clara, sino como la de alguien que no había visto la luz del sol en años. Su cuerpo carecía de color, de vida, de humanidad. Lo examinaba todo minuciosamente, no por deseo, sino en busca de la marca de nacimiento que confirmaría su identidad.
Y entonces la vio. Justo debajo del brazo derecho, una pequeña marca distintiva, la misma que había sido descrita en los registros reales. No había error: era la princesa.
La miró fijamente y supo que debía sacarla de ese infierno cuanto antes. Sin perder tiempo, llamó al guardia.
— Deseo comprarla. ¿Cuánto me costará? —
— Permítame, señor. Llamaré a la encargada. Ella le informará si es posible realizar esa transacción —
Si Héctor lograba negociar la compra, podría abandonar el lugar con la princesa sin despertar sospechas y contactar al príncipe André para finalizar la misión. Pero si rechazaban la oferta, llevarla por la fuerza sería casi imposible.
Poco después, la encargada del lugar apareció. Era una mujer elegante y atractiva, de unos treinta años, con una presencia imponente. Entró en la habitación y se dirigió directamente a Héctor.
— Señor, me informan que desea comprar a esta esclava —
— Así es. La quiero únicamente para mí. No dudaré en pagar lo que sea necesario —
— Si lo desea, podemos tenerla lista para usted siempre que decida venir — respondió la encargada, dejando claro que no estaba buscando una transacción directa.
— No me está entendiendo, señorita. No quiero que nadie más la toque, jamás. Quiero llevármela conmigo, tenerla a mi lado cada segundo, cada vez que yo lo desee —
— Señor, adquirir a una esclava como ella costaría una auténtica fortuna —
— Eso no me interesa. ¿Cuál es el precio? —
— Si la desea tanto... tendría que pagar diez millones de monedas de oro —
El precio era ridículo, muy por encima de cualquier venta anterior. Pero Héctor no dudó — Muy bien. Enviaré un mensajero. El oro llegará por la mañana —
La encargada, visiblemente complacida, sonrió con un brillo codicioso en los ojos. Sabía que acababa de cerrar el negocio de su vida — ¿Está usted seguro, señor? Es una suma descomunal —
— Completamente. Solo asegúrese de que todo esté listo para recibir el oro. Nadie debe detener mi embarcación —
— Excelente, mi señor. Si me permite, me la llevaré para prepararla para usted — dijo mientras tomaba a la joven por el brazo.
— ¡No! Como ya he dicho, no quiero que nadie más la toque. Eso también la incluye a usted. Si desea mi oro, obedézcame —
La mujer quedó perpleja por un momento, pero no podía permitirse perder semejante cantidad. Asintió, aceptando las condiciones del hombre. Estaba convencida de que, cuando la líder regresara de su viaje, estaría más que complacida.
Normalmente, el precio de una esclava oscilaba entre uno y dos millones de monedas de oro. Las ganancias obtenidas con esta transacción eran enormes. La codicia de Silvana, la encargada, era evidente, y confiaba en que la "arpía", como llamaban a su líder, la felicitaría.
Héctor envió a uno de sus hombres de confianza a informar sobre el acuerdo. El mensajero llegó al barco donde se encontraba el príncipe André y se dirigió a él de inmediato — Majestad, Héctor ya ha encontrado a la princesa. Ha confirmado su identidad y tiene un plan —
André sintió alivio, pero también un profundo malestar al imaginar el tipo de lugar donde su hermana había estado cautiva — Muy bien, ¿cuál es el plan? —— Ha solicitado comprarla como esclava. Acordó pagar diez millones de monedas de oro —
— ¡Eso es una suma exorbitante! No podemos pagar algo así —
— Él lo sabe, Alteza. Aceptó fingir el pago con tal de permitir el ingreso de la embarcación. Ahora tenemos dos opciones: pagar esa suma imposible... o atacar y destruir ese lugar infame —
André comprendía que la intención real de Héctor era usar la supuesta compra como una distracción para llevarse a la princesa. Pero sabía que los guardias de Zion estaban entrenados como asesinos, y enfrentarlos sería prácticamente un suicidio. Sin embargo, pagar esa cantidad de oro era impensable.
— Capitán, ¿cuántos hombres tenemos listos para el combate? —
— Unos ochenta, señor. Atacar sería una misión suicida. No saldríamos con vida —
— Lo entiendo. Entonces, tendremos que usar un poco de magia —
— ¿Usará su invocación, señor? —
— Solo si es absolutamente necesario. Prepárense para pelear — ordenó André.
― Porque no acompañan a Marcus por un postre mientras habló con Karim, ¿les parece? ― contestó ellaLos niños sonrieron pensando que ella aceptaría la maravillosa propuesta de Karim, y felices acompañaron a Marcus a otra parte― ¿Por qué los trajiste? ― preguntó ella con un tono más frío que antes― Porque querían verte, y me preocupaba dejarlos solos ―― ¿No te parece que traerlos a un reino enemigo es peligroso? ―― ¿Enemigo? ― preguntó él ― Supongo que tu padre aún no les dice nada, el día de ayer firmamos un convenio de cooperación entre los dos reinos, ahora somos aliados y socios comerciales ―― ¿Cómo? ― se sorprendieron los presentes― ¿Por qué hicieron eso? ― ella no entendía como se había disipado el problema que tenían los dos reinos de un día para otro― Hablamos y entendimos que tenemos un objetivo en común, así que al final establecimos los términos de nuestra alianza ―― ¿Cuál es ese objetivo en común? ― preguntó Héctor un tanto preocupado, pues él conocía los términos q
― ¿Todos? Me parece que falta la princesa Miel ― dijo ella con sorna― Ella estará aquí pronto ― respondió el Rey― De cualquier modo, no puedo fingir que somos una gran familia feliz, además no creo que esos costosos vestidos me queden bien ― Mariel buscaba cualquier excusa para no estar en el gran palco de la familia real, de cierto modo se sentía como una intrusa― Tranquila, traje a alguien que te ayudará con esos costosos vestidos ―André se acercó a su hermana y tomo sus manos ―Todo lo que ha pasado es culpa mía, los errores que cometí no podré repararlos nunca, pero si nos das una oportunidad como familia, sé que cada uno de nosotros te dará lo mejor de si mismo para ganar tu amor ―― ¿Lo mejor? ― Mariel sonrió con pena ― ¿Te parece que me han dado lo mejor de si mismos André? ――Mariel, por favor sólo… ―― No más, ustedes no me han dado lo mejor, Damián odiaba a mi hijo, no deseaba que naciera y tu madre se encargó de que eso nunca pasara, mientras que tú sólo te empeñaste en e
Las cosas ya estaban demasiado tensas con todo lo que pasaba tras bambalinas, el Rey había decidido mantener a su familia al margen de la situación, pero estaba más que claro que nada estaba bien en ese momentoLas noticias que llegaban de lugares lejanos no eran nada alentadoras para el Reino de Eraniel, se hablaba de un ejército más allá de la imaginación de cualquiera. Cada uno de los asesinos que había entrenado la organización estaba reuniéndose con una sola instrucción, capturar a “la invocadora”, la invitación del Rey Alfonce hacía Karim iba cargada de segundas intenciones que su familia no conocíaEn casa de Oliver el ambiente era tenso, nadie estaba completamente convencido de que Mariel debiera participar en el torneo, pero tampoco tenían la capacidad de disuadirla― No entiendo ¿por qué quieres participar? ― preguntó Héctor― No voy a explicarlo de nuevo, además esto es solo una prueba para mi ― respondió ella― ¿Una prueba? Sabes que este torneo no es precisamente fácil ¿c
Oliver acudió con Mariel al registro del campeonato, para averiguar si la princesa Miel ya estaba inscrita, se acercaron a los tableros para conocer a los competidores y entonces se dieron cuenta ― Miel aún no está en las listas, supongo que sus padres no lo permitieron ― comentó Oliver― Sabía que no se lo permitirían, pero me soprende que Anthony se inscribiera ―― ¿Qué? ― Oliver estaba sorprendido― ¿No lo sabías? ―― No, ayer lo escuché hablando con su padre, pero no pensé que harían esto ―― Bueno, al menos creo que él tiene la capacidad para ganar y si mi perfecta hermanita no está inscrita entonces no tengo nada que hacer aquí ―Antes de que ambos se fueran, se encontraron con Miel ― ¿Ya te has inscrito? ― preguntó ella con un gesto de molestia en el rostro, mirar a su hermana era lo peor para ella― Estaba esperándote, esperaba que llegaras con la Reina para apoyar tu registro ― rio sarcásticamente Mariel― No, tengo muchos más recursos que solo ser la princesa… tu deberías sa
Ambos fueron a casa de Arturo para saber cómo se encontraba aquel pequeño, durante su camino muchas personas les daban obsequios y todas deseaban acercarse y tocar a Mariel. Acariciaban su cabello y sus manos deseando que su bendición también cayera sobre ellosAl llegar a casa de Arturo la mujer ya se había marchado, y ellos entraron para hablar sobre su enfermedad ― Arturo, ¿el niño realmente se curó? ― le preguntó Oliver― ¿Qué fue lo que pasó? Su madre llego aquí feliz y diciendo que la diosa lo había bendecido y que su hijo estaba sano ―― ¿Y está sano? ― insistió Oliver― Hice una revisión exhaustiva, ellos estuvieron aquí hace tiempo y por más tratamiento que le dimos no había forma de curarlo, su enfermedad aún es desconocida y solo le quedaban pocos meses de vida. La revisión de hoy, él parece estar sano, aunque no podría decirlo sin hacer otras revisiones con más tiempo ―― Lo ves, te dije que podías sanarlo ―― ¿Tu lo hiciste Mariel? ― preguntó sorprendido Arturo― No estoy
― Aun así, debes saber que ella no es responsable de eso ― ― Eso no importa, mientras ella sea la perfecta niña de la profecía, yo jamás podre existir para mis padres, por eso la odio. Debo demostrar que ella no es tan perfecta como ellos esperan ― El resto del trayecto fue en silencio mientras ella lloraba y él solo la miraba preocupado por lo que pasaría Mientras tanto Oliver trataba de entender que llevó a Mariel a aceptar tal cosa como ese reto ― ¿Por qué hiciste eso? ― ―Porque tu hermano quiere cancelar su compromiso y ella quería un reto contra mí, solo eso ― ― No, tu jamás te hubieras metido en ese problema a menos que quieras algo ¿Qué estás planeando? ― ― ¿En verdad crees que soy así de fría y calculadora? ― ― No sé que eres ahora, pero sé como eras antes de… ― ― ¿Antes de morir? ― Mariel caminaba por las calles de la ciudad recibiendo reverencias de las personas, pero sin prestar atención a ellas ― Es verdad,
Último capítulo