LII Codicioso corazón
Enfurecido, Desz jalaba a Lis por un pasillo. Estaba seguro de que por ahí debía estar la salida.

—Espera, Desz, tus heridas...

—Sanarán en el camino.

—Quiero despedirme de mi hermana y mi aya.

Él se detuvo, haciendo esfuerzos por controlar la ira que sentía al verle la mejilla enrojecida.

—Date prisa, te esperaré afuera.

—Debo conseguirte ropas también, escandalizarás a las siervas si te paseas así.

Con tanta prisa él había salido al escuchar los graznidos de la reina que iba vestido apenas con unos calzones. Poco le importaba, pero estaba en el palacio de Lis y ella mandaba. Fue a esperarla a sus aposentos.

Lis se despidió de su aya, que le llenó el morral que cargaba y le arregló lo mejor que pudo el cabello. Daara no le abrió la puerta de sus habitaciones ni respondió a sus palabras. Tal vez también la culpaba por lo ocurrido o estaba dolida por tantas mentiras, ya no había tiempo para averiguarlo.

—Aunque estemos lejos, mi corazón está contigo, hermanita —le dijo Lis antes de p
NatsZ

Desz y su bocota lo han arruinado todo. Ahora Lis buscará su propio camino. ¿Cuánto le durará la libertad?

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