Reino de Balai
El rey Ulster desayunaba en el enorme comedor rodeado de lujosas decoraciones y algunos de sus trofeos de caza. El copero comía junto a él, maravillado por tan abundantes alimentos desplegados frente a sus ojos. Durante su vida como siervo en Galaea jamás imaginó que llegaría a sentarse a la mesa con un rey que lo tuviera en tan alta estima como Ulster.
—Prueba la leche, copero. No sólo de vino vive el hombre.
El joven obedeció y se sirvió un vaso del blanco líquido. Probó un sorbo, pensativo.
—¿Te gusta?
Él asintió y se llevó otro trago a la boca.
—No sabe como la leche de vaca que he probado, ¿es de cabra u oveja quizás?
Ulster sonrió con malicia.
—Es de mujer.
El copero se atragantó y la leche le escurrió por la nariz, causando las carcajadas del monarca. Tosió, se dio unos golpes en el pecho y alejó de sí el vaso, con evidente repugnancia.
—Me sorprende, copero. Todos vivimos de este manjar en nuestros días y seguir degustándolo a mayor edad es un deleite. Inc