Salgo un momento a dar una pequeña caminata , pero sorpresivamente un mareo repentino provoca que caiga por el balcón hacia el precipicio que lleva hasta un barranco profundo, por donde doy vueltas hasta chocar contra un árbol seco. El cielo gris y el dolor se juntan ante mí, como una ráfaga de viento violento.
De pronto, me percato de una figura femenina que no tiene pies sino cola y un aspecto parecido al de una sirena de las películas de ficción, pero no de las bonitas. Junto a ella vienen dos figuras masculinas que caminan como si no tuvieran consciencia de su propia existencia.
—¡No! No por favor, no se acerquen... —Extiendo mis manos hacia ellos, para que se detengan.
De pronto, se detienen e hincan ante mí.
—No queríamos atemorizarla, mi señora. —La mujer niega. Su voz es lejana, como si en el fondo cantara una suave melodía—. ¿Esto le pertenece?
Me muestra el collar con el dije de esmeralda que seguro perdí al caer. Atónita, asiento despacio. Al notar que dudo, se acerca y l