Xavier y Elizabeth llegaron tomados de la mano a la mansión. El matrimonio parecía haber fortalecido su vínculo, y por la manera en que se miraban, era evidente que no querían separarse. Sin embargo, la rutina debía continuar.
—¡Mami! ¡Papi! —gritaron los gemelos al verlos, corriendo hacia ellos—. ¡Los extrañamos mucho! —dijeron al unísono.
Xavier fue el primero en agacharse para abrazarlos, mientras Elizabeth sacaba su teléfono.
—Nosotros también los extrañamos, mis amores —respondió con una sonrisa, guardando el celular antes de abrazar a los pequeños.
Esa tarde la pasaron juntos, como la familia aparentemente feliz que eran. Pero justo antes de acostarse, Elizabeth quiso revisar su teléfono, tenía un extraño presentimiento, y sabía que tal vez Marcos la estaba buscando.
Xavier estaba en el baño, y ella aprovechó ese momento. Una oleada de notificaciones apareció en la pantalla: una docena de mensajes de Marcos. Todavía tenía asuntos pendientes con él, como lo sospechaba. Quiso desf