—¿Qué carajos están haciendo aquí? —Elizabeth los miró con desprecio.
—Hija, ¿qué te pasó? —preguntó su madre al ver su ropa aún manchada de sangre. Intentó tocarla, pero Elizabeth alzó las manos, deteniéndola con frialdad.
—Nada que te incumba, mamá. ¿Qué hacen aquí? Ya no tengo dinero, ya no hay nada de mí que les interese.
Su padre bajó la mirada y, con resignación, intentó tomarle la mano.
—No venimos a pedirte nada. Al contrario, solo queremos saber cómo podemos ayudarte, Elizabeth.
Ella se cruzó de brazos, incrédula.
—No les creo. Nunca les ha importado ayudarme, lo único que han hecho es arruinarme la vida. ¿Qué pasa, Altagracia ya los manipuló otra vez?
Su madre apretó los labios y se cubrió el rostro con la mano. Las lágrimas comenzaron a correrle sin poder contenerlas, y aunque no quería, algo dentro de Elizabeth se ablandó al verla.
—Hija… tu hermana… por favor… tu hermana está muerta —logró decir entre sollozos.
Elizabeth bajó la mirada. A pesar de todo lo que Altagracia l