Aunque le temblaban las manos, Elizabeth no dejó de apuntarle al pecho a ese hombre despreciable. Tony, indiferente, soltó una carcajada cargada de sorna.
—Si Xavier no muere hoy, en el futuro me hará pagar esto con creces.
Cuando lo vio alzar el cuchillo sobre su cabeza, dispuesto a clavárselo a Xavier en la yugular, no dudó más: apretó el gatillo.
La sangre caliente de Tony le salpicó el rostro, y el arma cayó al suelo junto al cuerpo de Xavier. Elizabeth cerró los ojos con fuerza, pero no se arrepentía.
Suspiró al escuchar pasos firmes acercándose. Eran Dante y varios hombres de Xavier.
Dante no perdió tiempo y comenzó a dar órdenes. Mientras unos aseguraban la zona, otros lo ayudaron a cargar a Xavier y a Elizabeth rumbo al hospital.
Todos se movían como hormigas, trabajando con rapidez para levantar los cuerpos y borrar cualquier rastro. En el bajo mundo, un escándalo como aquel no podía permitirse.
—Elizabeth, ¿estás bien? —Ella negó con la cabeza. Parecía petrificada, vací