Cecilia sintió cómo la presión contra la pared se intensificaba al ver la mirada penetrante de Rayner clavada en ella. El aire parecía volverse más denso, cada segundo se alargaba como si el tiempo mismo se burlara de su nerviosismo. Rayner ladeó la cabeza, sus ojos recorriendo cada detalle de su rostro cubierto por la máscara, como si intentara descifrar un misterio que se le escapaba.
—Me pareces conocida de algún lado —dijo, su voz baja pero cargada de autoridad—. Dime quién carajos eres.
Cecilia tragó saliva con dificultad. Su corazón latía con fuerza, y cada fibra de su cuerpo le gritaba que no podía cometer el más mínimo error. Sin embargo, Rayner no parecía dispuesto a esperar. Sus palabras cortaron el silencio como un cuchillo.
—Responde antes de que pierda la paciencia —continuó, sus ojos acercándose peligrosamente a los de ella—. En verdad solo eres su doctora personal… quiero saber. Estoy buscando a alguien sin descanso, y no he podido hallarla, y tú te pareces mucho a