Mundo ficciónIniciar sesiónEl sol de la tarde bañaba la hacienda en tonos dorados y cálidos, iluminando los campos con una luz terrosa que volvía todo más hermoso, más calmo, más vivo. El aroma de lavanda y pasto fresco flotaba en el aire, y una brisa ligera traía el perfume de los naranjos que rodean la casa.
Después de un almuerzo farto y animado con Flora, Isabella decidió que era hora de cumplir la pequeña misión del día: ir al pueblo vecino a buscar los productos frescos que la abuela había pedido por la mañana, harina de trigo recién molida y, si fuera posible, algunas hierbas para té cosechadas por doña Odete, la partera más antigua y sabia de la villa.
Aurora, claro, quedó en éxtasis al oír que irían a la ciudad.







