La mañana siguiente al cumpleaños, el sol salió con una indiferencia brillante, iluminando los terrenos de la propiedad segura como si el día anterior no hubiera estado marcado por la amenaza de un secuestro. Pero dentro de la casa, el aire había cambiado.
La atmósfera de espera densa y temerosa se había evaporado, reemplazada por una electricidad estática, vibrante y peligrosa.
Aurora despertó sola, pero esta vez no sintió el frío del abandono en las sábanas. Sintió el propósito.
Se vistió con rapidez, eligiendo ropa cómoda pero firme, como si ella también se estuviera preparando para una trinchera. Al bajar las escaleras, notó de inmediato que la "prisión dorada" había dejado de ser un refugio pasivo para convertirse en un cuartel general.
El vestíbulo estaba ocupado. Marco ya no estaba solo, tres hombres más, vestidos con ropa táctica oscura y rostros que parecían tallados en piedra, revisaban equipos sobre una mesa improvisada.
No eran los guardias de seguridad habituale