Inicio / Romance / La niñera del mafioso / 5 | Una amenaza directa
5 | Una amenaza directa

Aurora no tenía a dónde ir, solo tenía una cosa clara y era que no podía quedarse en su departamento esa noche. Incluso si su deuda estaba saldada, sabía que Aurelio no la dejaría ir tan fácil y, contra todo pronóstico, había algo en Lorenzo que la hacía sentir segura.

Asintió de manera casi imperceptible.

—De acuerdo. ¿Dónde está tu habitación? Iré contigo.

Aurora comenzó a andar sintiendo la densa presencia de Lorenzo detrás suyo. Su habitación también estaba hecha un desastre. Recogió algunas prendas y cosas necesarias, las metió dentro de un bolso y Lorenzo lo tomó antes de dirigirse a la salida.

Se obligó a no mirar atrás cuando cerró la puerta, como si hacerlo pudiera arrastrarla de nuevo a esa sensación de vulnerabilidad. El trayecto hasta la mansión fue silencioso, como si la noche no se atreviera a romper esa calma extraña que se había instalado entre ellos después de lo que acababan de vivir.

Al llegar, el silencio de la noche los envolvió mientras avanzaban hacia la mansión. Con cada paso que daba, Aurora sentía cómo la tensión se instalaba en su pecho. Era como si las paredes mismas observaran su llegada, recordándole que cada vez estaba más dentro del mundo de Lorenzo, un mundo del que quizá ya no podría salir.

—Aquí estarás segura, Aurora —le dijo él cuando estuvieron frente a la habitación de Aurora, aunque ella se cuestionó qué tan ciertas serían sus palabras—. Si necesitás algo, estaré en mi oficina hasta tarde.

Aurora asintió.

—De acuerdo —su voz fué un murmullo suave.

Aurora se quedó quieta unos segundos, observando cómo Lorenzo se alejaba por el pasillo. Su silueta se fue perdiendo en la penumbra, pero su presencia seguía llenando el lugar, como si hubiera dejado una parte de sí mismo en el aire que respiraba.

Cuando cerró la puerta detrás de ella, el silencio de la habitación pareció amplificarse. Se dejó caer sobre la cama, consciente de que su vida acababa de cambiar de forma irreversible. Por primera vez en mucho tiempo no estaba sola… pero tampoco sabía si estaba realmente a salvo.

(***)

Incluso tras los sucesos de la tarde anterior, Aurora encontró el sueño rápidamente esa misma noche. Sospechó que fué por haber dormido en una cama enorme y cómoda en una lujosa habitación, cuando ella estaba acostumbrada a su pequeña cama en el viejo piso donde había vivido toda su vida.

Mientras despertaba de un sueño reconfortante por la mañana, su mirada dió con la pequeña silueta frente a su cama.

—Elisabetta, me asustaste —se llevó la mano al pecho.

—Lo siento —dijo la niña pero ocultó una pequeña risita traviesa—. Cuando desperté no estabas, creí que te habías ido.

—Pues aquí estoy —sonrió y salió de la cama, vió que la niña aún tenía puesto su pijama—. ¿Quieres que vayamos a desayunar?

Elisabetta asintió con una sonrisa animada y Aurora le pidió que la esperara antes de salir juntas. La niña le dió la mano a Aurora y ésta se dejó guiar hasta el comedor.

—¿Tu hermano aún duerme?

—Sí, es un dormilón —dijo la niña, sentándose en uno de los lugares en la mesa. Una de las mujeres del servicio terminó de servir el desayuno y ambos le agradecieron.

Poco después de comenzar a desayunar, mientras Elisabetta le contaba animadamente sobre sus postres y juegos favoritos, Matteo apareció con su pijama y el rostro adormilado.

—Buenos días, Matteo —saludó Aurora, el niño le dió una breve mirada pero no respondió, ocupó un lugar en la mesa y comenzó a desayunar.

—Matteo, eso es de mala educación —lo reprendió su hermana y luego se dirigió a Aurora—. Disculpalo, Aurora. Mi hermano es muy gruñón.

—Bueno, todos somos un poco gruñones en la mañana —dijo Aurora con una pequeña sonrisa. No se tomó personal el comportamiento de Matteo, entendía que era más reservado y desconfiado, y necesitaría tiempo.

Elisabetta continuó su conversación con Aurora mientras Matteo desayunaba en silencio, aunque de vez en cuando les daba una que otra mirada. Aurora se sintió por un instante como si estuviera en un mundo paralelo, hacía tiempo no desayunaba en compañía y en un ambiente tan reconfortante.

(***)

Aurora estaba junto a la ventana que daba al jardín. Elisabetta reía y jugaba como si la noche anterior no hubiera ocurrido. Pensar que estaban acostumbrados a eso hizo que el pecho de Aurora se apretara. Eran tan inocentes que no sabían la clase de mundo que los rodeaba.

Aunque Matteo, aún a su corta edad, parecía comenzar a comprenderlo. Elisabetta le hablaba animadamente mientras él permanecía a unos pasos de ella, más serio, callado y vigilando todo, como si fuera su guardián silencioso.

—Matteo es un niño reservado —la voz grave de Lorenzo la arrancó de sus pensamientos.

Se había detenido a su lado sin que ella lo notara, tan cerca que el calor que irradiaba su cuerpo la envolvió como una presencia inevitable. Su brazo casi rozaba el de Aurora mientras observaba el jardín con esa quietud que parecía dominar cualquier espacio que habitara.

—Y bastante inteligente también, demasiado para su edad. Es muy protector con su hermana.

Aurora respiró hondo, obligándose a mantener la calma. Cada vez que él estaba tan cerca, el aire parecía densificarse, como si su sola presencia impusiera un nuevo orden en el ambiente.

—Lo sé —murmuró—. Anoche… él supo que algo andaba mal. Cuidó de su hermana con una valentía que no esperaba en alguien tan pequeño—se volvió hacia él, con cautela—. ¿Están acostumbrados a cosas así?

—No —respondió, con voz firme, aunque una sombra cruzó fugazmente sus ojos—. Aunque tampoco fue la primera vez.

Lorenzo cambió de tema.

—¿Dormiste bien?

—Sí —Aurora intentó sonar casual—. Desayuné con ellos esta mañana. Tú no estabas.

—Tenía un asunto del que ocuparme temprano, pero sabía que estarías con ellos.

Hubo un breve silencio donde él no apartó su mirada de ella.

—¿Pensaste en mi propuesta? Elisabetta está animada por tener otra presencia femenina en la casa. Y Matteo… solo necesita tiempo y paciencia. Tú podrías darles lo que yo no puedo, un lugar cálido donde puedan ser solo niños.

Aurora bajó la mirada, sintiendo cómo las palabras de Lorenzo se le instalaban en el pecho como un peso dulce y, al mismo tiempo, incómodo. La idea de quedarse allí, de ser parte de ese pequeño universo que los niños habitaban, era tentadora… demasiado tentadora.

No había pasado mucho tiempo, pero ya podía imaginar las risas de Elisabetta por los pasillos y la forma en que Matteo, algún día, bajaría la guardia para confiar en ella. Y sin embargo, la otra parte de su mente le recordaba que aquello no era su vida y los peligros que la acecharían.

—Por cierto —dijo él entonces, con esa calma que siempre parecía preceder a algo importante—, tu deuda con Aurelio está saldada.

Aurora parpadeó, desconcertada.

—¿Te hiciste cargo de mi deuda?

—Dije que lo haría.

—Si aceptaba, y aún no…

—No estás obligada a aceptar nada —su voz fue baja pero firme, como si quisiera que cada palabra quedara grabada en ella—. No quería que pensaras que, por estar en peligro allá afuera, tuvieras que quedarte aquí. No quiero a nadie que se sienta obligado a cuidarlos. Pero sé que a ti, genuinamente, te agradan.

Sus palabras hicieron que Aurora llevara la mirada hacia la ventana. Desde el jardín, Elisabetta la vió y la saludó animadamente con la mano. Aurora correspondió al gesto, sintiendo cómo una sonrisa le suavizaba el rostro sin poder evitarlo. Matteo, en cambio, solo la miró unos segundos antes de volver la vista al frente.

Antes de que Lorenzo pudiera continuar preguntando, su móvil comenzó a sonar y tuvo que alejarse para contestar la llamada.

Aurora permaneció quieta un momento, con la mirada perdida en el jardín, incluso después de que Lorenzo desapareciera por el pasillo. La llamada había interrumpido algo que no sabía si quería terminar de escuchar, y sin embargo, el silencio que quedó tras su partida se le hizo más pesado que antes.

Sintió que su vida estaba detenida en ese preciso instante, en una encrucijada invisible. Un paso hacia adelante podía significar pertenecer a ese mundo, y uno hacia atrás volver a la soledad de siempre. Inspiró hondo, como si así pudiera sacudirse el nudo en el pecho, pero el aire parecía más denso que nunca.

(***)

Más tarde, mientras Elisabetta jugaba con Aurora en la sala rodeada de muñecas y Matteo hojeaba en silencio una historieta desde uno de los sofás, Aurora decidió prepararles una merienda. Caminó hasta la cocina, disfrutando por un instante de aquella calma doméstica, pero se detuvo en seco al ver un sobre sobre la mesa. No recordaba haberlo visto antes.

Por un segundo pensó en ignorarlo, pero una punzada de inquietud le recorrió la espalda. Con manos temblorosas lo abrió y, al desplegar el contenido, sintió que la sangre se le helaba. Fotografías. Elisabetta y Matteo aparecían en cada una, jugando en el jardín, tomadas desde diferentes ángulos como si alguien hubiera estado observándolos muy de cerca.

Aurora tragó saliva, el corazón golpeándole el pecho. Aquello no era casualidad. Era un mensaje… y la amenaza era clara: iban directo contra los hijos de Lorenzo.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP