Mundo ficciónIniciar sesiónLa noche caía sobre Manhattan con esa solemnidad que solo las ciudades gigantes conocen. Bajo las ventanas del estudio de William Blackthorne, los autos parecían hormigas luminosas; arriba, las lámparas antiguas bañaban la habitación de un dorado tibio, como si el tiempo se hubiera detenido allí por capricho. Marcus cruzó la puerta sin anunciarse, como cuando tenía doce años y se escondía de los ruidos que nadie admitía. William levantó la vista del libro, ajustándose las gafas con una lentitud premeditada.
—Pensé que vendrías hasta mañana —dijo el hombre, cerrando el libro con un dedo dentro de la página—. Pero esa cara… esa cara es de alguien que necesita hablar esta noche.
Marcus







