Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl estacionamiento de la clínica olía a desinfectante y aire estancado. Marcus abrió la puerta del coche sin prisa. No quería bajar. No quería existir allí. No quería la palabra padre asociada a alguien que no era Melissa. No quería pensar en Laila llorando mientras él sostenía una mentira con delicadeza quirúrgica.
Clara salió primero, apretando su bolso contra el pecho como si fuera una reliquia. Caminaba despacio, como una mujer frágil, pero sus ojos tenían esa chispa que Marcus conocía demasiado bien: convicción, cálculo, hambre de un destino que ella ya había decidido para ambos.
—Podríamos tomar un café, ¿te parece? —preguntó ella con esa dulzura entibiada que se pega como miel en un dedo.







