Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa mañana entró sin pedir permiso, pálida y honesta, con una luz que no brillaba: respiraba. Marcus despertó antes que el reloj, con la boca seca y la cabeza todavía un poco pesada, pero la fiebre al fin como un recuerdo sudado en la almohada. Lo primero que vio fue la manta de ranas medio caída sobre su cintura. Lo segundo, el dragón de Melissa vigilando a los pies del sofá como un perro leal. Se incorporó despacio. El cuerpo dolía, sí, pero en ese dolor quedaba espacio para otra cosa: lucidez.
La cocina hacía sonidos menudos: el agua caliente contra la taza, el cuchillo rompiendo una manzana, una canción bajita que Laila tarareaba sin pensar. Melissa apareció a los dos minutos con el cabello alborotado, calcetines disparejos y el paso seguro de quien ya decretó que el día será bueno. Se s







