Hugo entró al restaurante del hotel, el sonido suave de la música apenas lograba atravesar la neblina en su mente. Al verlo llegar solo, Cassie levantó la mirada de inmediato.
—¿Dónde está Ana? —preguntó, sin poder ocultar la preocupación en su voz.
Hugo soltó un suspiro, intentando que su respuesta no sonara demasiado fría.
—Se quedó con sus amigos, en su hotel. Mañana se va a Florencia.
Cassie frunció el ceño, incrédula.
—¿Qué? No puede ser... ¿Por qué?
Antes de que Hugo pudiera responder, Mateo apareció detrás de ella y le rodeó los hombros con un abrazo.
—¿Todo bien, hermano? —preguntó, mirando a Hugo con cierta preocupación—. ¿Y Ana?
Hugo intentó sonreír, pero la mueca apenas se sostuvo.
—Sí... más o menos. Quedamos en vernos a las cinco para despedirnos.
Cassie miró a Mateo y luego a Hugo, una mezcla de desconcierto y preocupación en su expresión.
—¿Le pediste que se quedara con nosotros un poco más?
Hugo negó con la cabeza.
—Ya lo hice, pero no la vi muy convencida.
Mateo lo mir