La tarde caía con una calma dorada. El cielo se pintaba de coral y mandarina, reflejando un resplandor cálido sobre las sombrillas que se mecían con la brisa salada. La playa estaba viva pero serena, con murmullos de conversación mezclados con el lejano murmullo de las olas.
Ana caminó descalza por la arena fina, sintiendo su calidez bajo los pies, mientras el aire impregnado de sal y coco le acariciaba el rostro. A pocos pasos, sus amigas la esperaban junto a una mesa improvisada bajo una sombrilla gastada por el sol.
Laura levantó su copa en cuanto la vio, con una sonrisa que mezclaba complicidad y un brillo especial en los ojos, como si guardara un secreto que aún no estaba lista para compartir. —Ah, ahí viene la mujer más valiente del resort.
Lourdes, sin levantar la vista de su mojito, empujó una silla con el pie. —O la más temeraria. Todavía no lo decidimos.
Ana soltó una risa ligera mientras se dejaba caer en la silla. Sus hombros bajaron un poco más de lo normal, y exhaló un s