Capítulo 9. ¿Herejía?, ¿O verdadera fe?
Entienne no podía dejar de observarla. Su estómago se tensó. Había sentido dolor, furia, desesperanza, pero nunca curiosidad ni ternura en una misma punzada.
Eira lo notó de reojo. Se estremeció. Nunca había visto un hombre. Mucho menos uno como él. Su presencia era una ola de algo desconocido, algo que no sabía si debía temer o admirar. No quiso mirarlo, pero su cuerpo lo sentía.
—Entienne Valois —dijo Rawena, esforzándose por mantener el tono firme después de leer la carta del pontífice —. Bienvenido a la Abadía de Caelia. Has llegado antes de lo que esperaba.
—Vine tan pronto me fue posible —respondió él con voz grave—. La carta del pontífice fue clara. Estoy aquí para verificar la situación de esta comunidad… y para descubrir la verdad.
La palabra “verdad” pareció pesar más que el propio silencio.
Entienne se acercó un paso. Rawena palideció. Un segundo después, sus rodillas flaquearon. Eira soltó un grito ahogado.
—¡Madre Rawena!
Pero Entienne fue más rápido. La atrapó en el aire