Capítulo 10. Mi nombre es Entienne
Caminaron un buen tramo, alejándose de la zona principal de la abadía.
—Aquí dormirá usted —dijo Eira finalmente, abriendo una puerta de roble pesado—. No pensaba dejarlo dormir donde duermen las monjas. Jamás ha ingresado un hombre a este lugar.
Entienne asintió. Miró la sencilla habitación.
—Así que… ¿mis alimentos me los traerán también?
—Sí, serán traídos como corresponde. Pero antes de que Eira terminara la frase, él la interrumpió:
—Comeré en el comedor con todas. Será mejor que se acostumbren a verme aquí. Es hora de que conozcan al hombre.
Eira apretó los labios.
—Si supongo que tiene usted razón... Azote de…
—Mi nombre es Entienne Valois. Padre Entienne —dijo con voz más calma, menos rígida.
—Padre Entienne —repitió ella—. Al fondo a la derecha está el baño y los aditamentos para calentar el agua en la chimenea. Hay jabón y mantas limpias para que se seque. Deje su ropa sucia en la entrada. A primera hora será llevada para lavarla.
—Puede usted descansar.
Eira hizo una venia