Damián la observó detenidamente. Su postura. Su expresión. Esa fuerza que le brotaba del alma. Ya no era una niña perdida en el bosque. Era una mujer que anhelaba justicia. Venganza.
—¿Está segura de eso? —preguntó con voz profunda—. Ese lobo podría matarla… No sería un encuentro fácil.
Luna sonrió, con esa mezcla de ironía y determinación que solo el dolor puede esculpir en un rostro humano.
—No le temo a la muerte, señor Damián. Ya la he mirado a los ojos. Ya me ha quitado todo. —Luna bajó un poco la voz—. Y sabe qué le sucedió… ese lobo huyó. Lo herí. Le clavé una estaca justo en su ojo izquierdo. Y aún lo escucho aullar en mis pesadillas.
Los ojos de Damián se abrieron por completo. Su cuerpo se congeló.
Ella lo sabía. O, al menos, recordaba más de lo que él había imaginado.
La estaca… el ojo izquierdo. Era Viktor a quien ella le clavó la estaca. Esa noche ella lo había salvado. esa noche, aunque aún no lo comprendiera. Ella había marcado al alfa con sus propias manos.
Damián volv