Valentina
El frío de la sala se sentía aún más penetrante con mis manos atadas detrás de la espalda y las piernas adormecidas de estar en la misma posición por tanto tiempo.
Mi cuerpo estaba rígido, el dolor punzante en mis muñecas me decía que llevaba horas allí, inmovilizada. A mi lado, el hombre vestido de Shadow se retorcía de vez en cuando, intentando liberarse.
Sentí la furia arder en mi interior. Todo esto había sido idea suya, de Shadow, y no me lo podía sacar de la cabeza.
Me había prometido lealtad, nunca me había fallado. Pero allí estaba, dejándome a mi suerte, jugando vaya uno a saber a qué mierda.
—Maldito seas, —murmuré entre dientes, apenas un susurro para mí misma.
Me revolví en la silla, sintiendo la fricción de las cuerdas rozándome la piel. No era la primera vez que estaba en una situación así, aunque nunca antes había sido traicionada por mi propio compañero.
Tragué saliva con fuerza y recordé la pequeña navaja que siempre llevaba oculta en la manga de mi chaqueta