Nicola
No buscaba la atención de nadie más, solo los de dos hombres que se movieron hacia nosotros como lobos acechando a su presa.
El padre de Valentina y Antonio.
Avanzaron hacia nosotros con rapidez, empujando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Mi cuerpo reaccionó de inmediato, tensándose antes de la inevitable confrontación.
—¿Qué mierda es esto, Valentina? —gruñó Antonio cuando estuvo a pocos pasos de nosotros.
Su voz era un veneno rasposo, lleno de desprecio. Su mirada no estaba en mí, sino en ella, como si tuviera algún tipo de derecho sobre mi mujer, como si pudiera dirigirse a ella de esa manera y salir impune.
—¿Tan puta eres? —escupió Antonio con un tono cargado de desprecio.
El odio en su voz era evidente, y antes de que pudiera dar un paso más, puse mi mano firme en su pecho, deteniéndolo en seco.
—Vuelve a insultar a mi prometida, —gruñí entre dientes, sintiendo cómo la furia se agolpaba en mi garganta, —y te cortaré la lengua para dártela de comer.
Antonio s