Shadow
Me movía en la ciudad, pasándome el límite de velocidad establecido, pero ya nada importaba.
Después de la paliza que nos dimos en la casa de Nicola, lo único que me importaba era seguir buscando a mi mujer. Aunque tuviera que hacerlo solo.
Me estaba volviendo loco, no podía dejar de pensar en Gabriella, en el secuestro, la nota, su rostro en esa videollamada...
Nicola, Lorenzo y yo habíamos quemado cada rincón de Palermo buscando a nuestras mujeres, y aún no teníamos ni una puta respuesta.
Giré en una esquina y, de repente, mi mirada se fijó en algo que no esperaba ver. Frente a un hotel, bajo las luces titilantes del letrero, estaban Gabriella y Bianca, de pie en la acera, esperando un taxi.
Mis manos apretaron el manubrio con tanta fuerza que sentí los nudillos tensarse.
Frené con brusquedad, deteniendo la motocicleta de golpe. El chirrido de las ruedas al detenerse hizo que algunos peatones se giraran a mirarme.
Apenas me dió el tiempo de poner la pata a la motocicleta y cr