Antes de la medianoche
La Luna, fría y distante, se alzaba sobre el reino cuando un aullido cortó el silencio.
Los lobos de la guardia del príncipe irrumpieron en el patio, jadeantes, sus patas cubiertas de barro y sangre.
Lucien, que esperaba noticias con el corazón encogido, corrió hacia ellos.
El eco de las palabras de Elara retumbaba en su mente como un presagio. Aquello no podía significar nada bueno.
—¡¿Qué ha pasado?! —rugió, su voz desgarrada por el miedo.
Los guardias intercambiaron miradas, como si ninguno quisiera ser quien pronunciara la sentencia. Finalmente, uno de ellos, con el pelaje enmarañado y los ojos aún encendidos por la carrera, habló con voz quebrada.
—Es… lo han capturado… ¡Capturaron al príncipe heredero! Está en manos de Darkness… y el príncipe Aren los comanda.
Lucien sintió cómo el mundo se le desplomaba encima, pero el guerrero continuó, tragando saliva antes de soltar el golpe final.
—Tienen… una petición. Una maldita petición.
El aire pareció enfriarse