Las palabras de Rachel habían quedado en el aire, impregnadas de temor.
— No, no lo harán, Leo es fuerte. Ve con él, te necesita ahí.
— No veo para qué puedo serle útil ahora, él necesita un médico, no a mi…
— Te equivocas, tus llevas los números en Sombra de Luna, tú puedes apoyarlo mejor que nadie ahora.
Rachel se limpió las lágrimas y entró con la espalda recta y la mirada altiva, caminó directo hacia la silla del acusado en la que Leo luchaba por mantenerse derecho y mantenía la mano en su pecho haciendo presión.
— Aquí estoy… — Ella le dijo susurrándole al oído mientras se acomodaba en una silla tras él — Te ves mal, necesitas un médico.
— No. te necesito a ti.
— ¿Por qué eres tan terco?
— Esc&uacu