Ella asintió, y tomó la bocina del comunicador para hablarle al chofer, e inspirando profundo para controlar el tono de su voz le ordenó lo que Gael le había indicado.
— ¿Feliz? Ya vamos al estacionamiento como querías.
— Feliz, no, complacido en parte, estaré feliz cuando salga del auto.
Miara rodó los ojos y esperó a que la limusina se detuviera, escuchó la puerta del chofer cerrarse cuando se bajó del vehículo y lo vio alejarse y desaparecer.
No iba a esperar mucho, el mercenario ya la había puesto caliente como una hoguera y, tener otra oportunidad como esa con él, no sería fácil, tendría que escaparse otra vez de su marido, cosa difícil. Así que tomó la iniciativa y decidió continuar ella, no iba a quedar vestida y alborotada.
Alargó una mano dentro de los pantalones de Gael y lo