Leo estaba de pie en el centro del lobby con su figura alta e imponente. La luz de la luna, ya comenzaba a filtrarse por los grandes ventanales de la sala principal, iluminando su rostro y reflejaban la preocupación de sus ojos.
— Mi hermano es una amenaza para nosotros. Quiere todo lo que es mío, y eso no sería ningún problema si no fuera porque amenaza con ello a la manda — dijo, con una voz que era como el trueno que se avecinaba —. Ha intentado manipularme y sembrar la duda en mi corazón, pero no ha podido.
El puñado de principales de la manada escuchó en silencio. Ellos confiaban en su Alfa, pero sabían que Rob era un oponente formidable, un hombre despiadado, sin lealtad ni compasión.
Los lobos se mantuvieron en guardia escuchando con atención, mientras en sus ojos brillaba ese fuego ancestral que solo el peligro podía encender.
Leo se acercó a su B