La noche en el apartamento de Leonard se sentía más fría que el aire exterior. El silencio, roto solo por el goteo de la lluvia en los cristales de la ventana, pesaba entre Leo y Sienna.
A pesar de los muebles lujosos y la vista panorámica de la ciudad, el lugar se sentía pequeño, como una jaula. El dolor del hospital había sido un torbellino, como un ciclón de emociones que los había dejado sin aliento, pero ahora, en la quietud del apartamento, el peso de la realidad se hizo insoportable.
Leo la miró con atención, su expresión, era una máscara de dolor que Sienna había aprendido a conocer demasiado bien. En sus dorados ojos de lobo, ella podía ver la furia, el sentimiento de traición y la agonía que su hermano le había causado.
Eso, en parte, era lo que ella había estado evitando cuando se negó a abrir la boca durante tant