A la mañana siguiente, Andrew me despierta con una taza de café y una mirada suave. El sol está radiante, a pesar de todo lo que viví ayer, su cama era tan cómoda que caí dormida profundamente. Mi cuerpo está tenso y duele en algunas partes, en parte por el enfrentamiento y huida de James y la otra parte por el sexo apasionado que tuvimos anoche. Lo miro, mientras bebo un sorbo de café. Él está vestido con un traje impecable, el cabello peinado y recién duchado, huele al perfume costoso que usa.
Mis ojos no se despegan de él mientras se mueve por la habitación, preparándose. Se da cuenta que lo estoy mirando con ojos lujuriosos, porque una de las esquinas de su boca se eleva.
—¿Le gusta lo que ve, señorita Everett? —pregunta, con voz socarrona.
—Muchísimo —susurro, sonriéndole. Es un pequeño momento de intimidad entre los dos, no quiero pensar en James apenas me despierto y Andrew es un buen distractor de la situación.
—Eres encantadora, pero levántate de la cama, el fiscal del distrit