—¡Lauren, puedes venir a la oficina! ¡Es urgente! —exclamó la voz chillona de Lexi.
Hice una mueca de fastidio. Desde que llegó, Lexi se había autoproclamado mi jefa, informándome que me había solicitado como su asistente. No fue una petición, sino una orden, dicha con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Al principio, me emocionó la idea de trabajar con una abogada tan reconocida, pero pronto me di cuenta de que solo usaba el poder que Andrew le había dado para atormentarme. Me odiaba, aunque me diera una sonrisa profesional y fingiera que le agradaba.
Durante toda la semana, solo me había llamado para tonterías: —Lauren, ¡necesito que vengas urgentemente a revisar la ortografía de un documento!
—Tengo un grave problema, ¡no sé qué almorzar para hoy! ¿Puedes escoger algo que me guste?
—Lauren, ¿sabes dónde están los bolígrafos? ¡No encuentro ni uno!
Cada vez, tuve que salir corriendo a su oficina para solucionar sus "inconvenientes". Ambas sabíamos que solo me estaba molestando, de a