Aitana
La detención de Arturo Belmonte, Alexander V. y la desmantelación de la conspiración de Viviana Castro trajeron una paz que se sentía tan frágil como el cristal. Había pasado un año. La Corporación Isabella Holdings (la fusión de Belmonte y Ferrer) se había consolidado como un ejemplo de transparencia corporativa y ética, un fénix renacido de las cenizas del espionaje y la traición.
Sebastián y yo éramos el núcleo inquebrantable de este nuevo imperio. Ya no éramos el matrimonio por contrato, sino la pareja que había forjado su amor en la fragua del caos.
Una tarde de otoño, Isabella, ahora una niña de cinco años curiosa y llena de vida, estaba dibujando en el suelo de la biblioteca. Sebastián y yo estábamos revisando los planos de nuestra nueva sede corporativa.
—¿Te gusta la idea de un edificio hecho completamente de cristal, sin secretos? —preguntó Sebastián, sus ojos reflejando la luz.
—Me encanta. Es un símbolo de lo que hemos construido.
—Sebastián, Aitana —interrumpió Gar