Sebastián
El Muelle de Belmonte se convirtió en la tumba de la última mentira. Alexander V. estaba inmovilizado, y el FBI venía por él. Pero la verdad final era la más devastadora: Arturo Belmonte, el traidor original, había simulado su entrega para orquestar la fuga y secuestrar a Isabella. El fantasma había regresado, y nuestro reloj se agotaba.
—¡El Gran Reloj de la Corporación Ferrer! —grité a Aitana, mientras subíamos corriendo las escaleras del búnker.
—Es un mensaje, Sebastián. El lugar donde Lina nos la devolvió. Es la burla final.
Llamé a García desde el coche.
—García, intercepta a todas las unidades policiales que buscan a Viviana y a Volkov. Redirígelas al Gran Reloj. No como una operación de rescate, sino como una negociación de rehenes. No quiero un asalto que ponga en peligro a Isabella.
—Entendido, señor. ¿Cuál es el motivo del secuestro de Arturo?
—Venganza. Él ya no quiere la empresa; quiere a la niña como símbolo de su victoria final sobre nuestro matrimonio.
Llegam