Aitana
El compromiso se sentía diferente, ligero y verdadero. El anillo de esmeralda brillaba como una promesa de nuevos comienzos, pero la paz era frágil. La "Unión de la Conveniencia" había dado paso a la "Unión del Amor Verdadero", pero el pasado tenía una última traición guardada.
Julián había aceptado los términos. Su traslado a la prisión por el asalto había sido suspendido a cambio de ceder sus acciones a mi fideicomiso. El abogado de Julián, un hombre sombrío llamado Elías, se presentó en mi oficina para cerrar la transferencia.
—Solo necesito su firma, Señora Belmonte —dijo Elías, deslizando los voluminosos documentos de cesión.
—¿Y los documentos que Julián tenía sobre mí? ¿El expediente de Mario Durán?
—Julián me ordenó quemarlos, por respeto a su nueva vida. Él, a su manera retorcida, quiere la paz.
Fingí aceptar la explicación, pero la desconfianza era un hábito que no podía romper. Mientras firmaba, noté una pequeña discrepancia en los documentos: una cláusula en letra