Mundo de ficçãoIniciar sessãoAlekos Ravelli finalizó la videoconferencia que había mantenido con alguien en Rusia. Había sido un éxito. Eran las ocho de la noche y, finalmente, había terminado de trabajar.
Se pasó la mano por el cabello y pensó en Dakota.Había conseguido no pensar en ella por un par de horas, pero ya no tenía excusas. Estaba solo, en silencio, y la imagen de ella regresaba con más fuerza. En ese momento, ingresó al despacho Freya, su secretaria. —¿Me necesitas para algo más? —No, puedes irte —respondió él. —Pareces cansado, Alekos. Déjame traerte un whisky y darte un masaje, ¿si quieres? Podrás relajarte. —El whisky, sí. El masaje, no. La miró sorprendido por la oferta. Debía de verse fatal si Freya, que siempre era tan profesional, se estaba ofreciendo para eso. Freya era una rubia muy atractiva y eficiente de unos treinta años. Alekos consideraba que era afortunado de tenerla como secretaria. Nunca cometía errores. Ella no se habría quedado embarazada. Dakota era mucho más joven: veintidos años. Y él había sido su primer amante.¿Quizás su embarazo había sido un verdadero accidente? —Aquí tienes el whisky —dijo Freya, dejando el vaso sobre el escritorio y la botella al lado. Luego se colocó junto a él, apoyando una mano sobre su hombro. —¿Estás seguro de que no quieres un masaje? —Sí, Freya. Márchate. Estaré bien. —De acuerdo —respondió ella, y se agachó para susurrarle al oído—: No te olvides que mañana nos vamos a Londres. Intenta descansar. “Solo está preocupada por mí”, pensó Alekos mientras ella salía del despacho. Entonces recordó lo poco que él mismo se había preocupado por Dakota aquella mañana. Agarró el vaso y bebió un trago. ¿Cuándo se había convertido en un demonio cínico y frio? Nunca penso en casarse, pero sabía que algún día tendría un hijo. Un heredero para su fortuna.Había sido un niño feliz, con una hermosa familia: unos padres que lo querían y dos hermanos que lo adoraban. Por lo menos, así había sido hasta que su madre falleció, quince años atrás, cuando él tenía apenas diecisiete años.Con su padre había tenido varios roces, especialmente después de que este se casara con una mujer mucho más joven tras la muerte de su madre. Una trepadora mujerzuela que se la pasaba coqueteándole cada vez que él iba a visitarlo. Se sirvió otra copa. No confiaba en las mujeres. Excepto en su madre y en sus hermanas, nunca lo había hecho.Jamás pensó en casarse. Pero también sabía que un hijo suyo no sería un bastardo. Dakota… su bella y sexy Dakota.¿Sería tan terrible casarse con ella? Llevaban juntos un año. Cuando la conoció en aquel club, la persiguió durante un mes hasta que aceptó salir con él.Tuvo que esperar otro dos meses para llevársela a la cama, y para su sorpresa, ella era virgen. Se habían llevado bien, hasta esa mañana, cuando ella le informó que estaba embarazada. Sexualmente, Dakota era su amante preferida, y que él supiera, jamás le había sido infiel.La idea de que hubiese estado con otro le repugnaba. Ya lo había decidido: si todo salía bien, haría de Dakota una mujer respetable.






