Elena gritó.
Había llegado el momento y aunque no estaba lista, debía estarlo.
Gritó con furia, con poder. Gritó como una madre que traía al mundo lo que sería para ella lo más valioso.
Kael la sostenía, con la frente perlada de sudor. Nunca pensó que asistiría un nacimiento, mucho menos entre planos, entre grietas abriéndose y cerrándose constantemente.
El poder de Elena era sorprendente, ella sería sorprendente en un futuro. Y ese bebé… tendría los poderes de su madre o sería más fuerte…
El Saelith volaba en círculos, creando un escudo vibrante de luz sobre ellos. Las últimas grietas aún temblaban, intentando colarse en ese instante sagrado.
—Ya viene, Elena. ¡Ya viene! —gritó Kael, su voz más tensa que en la peor batalla.
Elena apretó los dientes, sus manos rodeando su vientre como si con eso pudiera sostener el universo.
Y entonces con gritos de dolor y lágrimas por la ausencia de Darek el bebé…
nació.
El llanto del bebé cortó el aire como un filo de esperanza