El crepúsculo teñía el cielo de tonos dorados y morados cuando Lucía recogía la capa que había dejado caer sobre una silla de madera. Amadeo ajustaba las correas de su mochila, su mirada fija en el horizonte que se abría más allá del bosque.
—Es hora —dijo él, en voz baja—. Debemos seguir, nuestra misión aquí ya terminó. Lucía asintió, aunque una sombra de duda cruzaba su rostro. —¿A dónde iremos primero? —preguntó, sin mirarlo. Amadeo caminó hasta la puerta, dejando que la brisa agitara sus cabellos. —Las hadas y los lobos ya se han unido al llamado —respondió—. Ahora, debemos buscar a los elementales. Son fuerzas antiguas y poderosas. Si logramos su alianza, será un paso decisivo para la batalla que se avecina. —Nos encontraremos con Elena y Darek alli. —¿Darek? —preguntó Lucia. —Si, él volvió y selló su regreso con un pacto de sangre con Elena. Estan unidos. Lucía respiró hondo, dejando que